Metro
Suena el metro, con toda su vida característica y sus usuales luces a los costados. A veces me preguntaba, cuando chica, que serían las luces moradas… claro, al fin después de trece años me doy cuenta de que indican algo, quizás una salida o una cañería. La gente se sigue subiendo, como si nada fuera de otro mundo… todo tan normal y rutinario. La mujer vieja se alivia de encontrar un puesto libre y como de costumbre yo temo que se suba una embarazada y tenga que cederle el asiento. El hombre en frente abre unos grandes ojos azules que, aunque bellos, muestran preocupación. Se rasca la cara y acto seguido se tapa la boca, simula morder sus dedos. Qué pensará, qué rayos piensa ese pobre hombre, qué lleva en su valija. Y ahora, que me toca bajarme, me pregunto si el chico de polera verde me mira o mira lo que escribo. Se abren las puertas, camino en la multitud a una salida, chirrean los rieles, suena el metro.
De Escuela militar a Salvador.